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Acerca del libro Freud Maestro & amigo, de Hanns Sachs.

por | Mar 27, 2024 | Sin categoría | 0 Comentarios

Traducción de Carlos Prina. Editorial Nube Negra. Rosario (2020).
Mirar la cabeza de Medusa no es un juego de salón. Hanns Sachs

¿Cuántos conocíamos a Hanns Sachs antes de este libro en castellano, más allá de una leve familiaridad con su nombre, una difusa ubicación en los tiempos fundacionales del psicoanálisis? Seguramente muy pocos. Una ignorancia reforzada por la antipatía hacia el destino final del Sachs, los Estados Unidos, y su política respecto del psicoanálisis, “más profanado que profano”, como define Carlos Prina en su bello prólogo, que funciona como un erudito estudio preliminar.

Desde el comienzo Sachs define su libro como una biografía incompleta de Freud, ya que lo evocará como su maestro y amigo, a su vez que es una pieza autobiográfica de la parte de su vida más importante y absorbente. Se comprende que esa posición rezagada o secundaria fue la que le permitió observarlo en su cotidianeidad, estar allí donde lo fundamental se cocinaba para el porvenir del psicoanálisis.

El libro es un testimonio personal, una descripción cercana, amorosa, pero no por eso menos ajustada, de Freud como ‘sujeto’, un Freud con rasgos que no habían sido descritos hasta ahora. El Freud de Sachs es una descripción de sus “rasgos personales esenciales”, en su vida cotidiana, con sus allegados, su círculo íntimo, sus discípulos, para producir un “retrato mosaico que, si los dioses son propicios, insuflará un aliento de vida y podrá resultar favorable a los ojos de los hombres.” Aunque Sachs sabe que también puede ser un basural para los carroñeros de la historia.

Como señaló Luis Guzmán en la presentación de libro, el autor no es en ningún momento ambivalente. Sabe el lugar que ocupó para Freud, sabe que el maestro no encontró en él cualidades que estimara en mayor medida: “En nuestro vínculo faltaba algo, aquello que lleva a una intimidad espontánea entre caracteres que comparten el tono y el tipo.” Pero esa diferencia que da por sentada, es la falla indispensable para que la escritura sea posible.

Sachs se acercó al psicoanálisis por la literatura. Ese trazo se inscribe fuerte en el libro, su erudición y estilo de escritura se aprecian como lectora. Fue la literatura la que lo hizo ingresar a una Clínica Psiquiátrica, por su admiración a Dostoievski. “Quería encontrar, conducido por la mano de la ciencia, los secretos del alma que él casi no había logrado revelar en su desnudez; esperaba recorrer a plena luz del día los oscuros y laberínticos caminos de la pasión, tal como él los había trazado.”  Primero probó con Wundt, pero lo encontró decepcionante. Hasta que fue capturado –y salvado- por el psicoanálisis. El libro comienza por ese hallazgo:

“Abrir por primera vez la Traumdeutung (La interpretación de los sueños) fue un golpe de suerte para mí, como conocer a una femme fatale, solo que con un resultado decididamente más favorable. Hasta ese momento, yo había sido un joven que supuestamente estudiaba Derecho, pero no vivía de acuerdo a esa suposición, un tipo de persona bastante común entre la clase media vienesa de finales de siglo. Cuando terminé el libro, había encontrado algo por lo que valía la pena estar vivo; varios años más tarde descubrí que también era lo único por lo que podría vivir.”

Y ante esa declaración, soldamos fratría con el autor, en un pacto de lectura que dura todo el libro, porque es un libro ameno, llevadero para la lectura, intimista, más no hagiográfico ni meloso.

Los mejores capítulos: “Viena”, donde retrata la Viena finisecular ‘desde adentro’, para intentar, sin respuesta, explicar la incidencia del contexto decadentista y modernista en el genio freudiano. Sobre el fondo de pereza intelectual vienés, “en pequeños círculos o en individuos singulares, la luz del entendimiento y el amor al saber brillaban con asombroso esplendor”. Y el capítulo “En el campo de batalla”, con un pormenorizado recorrido de la ‘política’ freudiana en relación a su propia creación. Lejos de afirmar esa opinión general que describía a Freud como un maestro tiránico, amargo y severo con sus ‘hijos desobedientes’, el texto lo sitúa más allá de la rivalidad imaginaria. En eso vuelve a acudir a los detalles, y nos cuenta que Freud iniciaba las reuniones de trabajo diciendo frases como: “Hoy debemos practicar la fraternidad como en la escuela secundaria”, que era un caminante infatigable que cansaba a cualquier acompañante como un modo kinestésico de medir fuerzas, que jamás lo escuchó levantar la voz, pero que tampoco discutía con cualquiera. Sólo mostraba paciencia ante el interlocutor honesto a quien le interesaban los argumentos y la verdad. Para aquellos que lo utilizaban para declamar histriónicamente no mostraba indulgencia o directamente tomaba su sombrero y se retiraba de polémicas estériles.

También nos ilumina sobre el sorprendente proceso de escritura de Freud, escribía sin tomar notas, sin tachar, casi automáticamente bajo un dictado interno de larga elaboración. Y si no le gustaba el resultado, tiraba todo y volvía a empezar, porque “siempre odió remendar cosas, tanto en la esfera intelectual como emocional”.

Sachs analiza con lucidez la relación de Freud con el poder. No le interesaban los oropeles ni los títulos por el brillo mismo, quería “ser eximido de cargar con las insignias del poder”, por lo que su estrategia política lo llevó a la búsqueda del hombre adecuado para confiar el liderazgo.

“Cuando creyó haberlo encontrado, intentó investir al hombre de su elección –Adler, Jung, Rank- con una autoridad total. Eso fue un error táctico, ya que es un hecho histórico bien conocido que, de todas las probables personas a entrar en fuerte oposición a la monarquía reinante, el más propenso es el príncipe heredero.”

Sachs opina que ninguno de los cismas que provocaron sus discípulos a Freud lo tomó por sorpresa. Esas contiendas personales no le preocupaban en demasía. Eran un costo necesario para poder sostener y propagar el psicoanálisis. Sobre todo, distinguirlo de las nuevas ideas de algunos de sus discípulos que se desviaban de sus conceptos fundamentales.

Celebramos la aparición en castellano de este libro donde nos enteramos que en los primeros tiempos Freud daba conferencias de dos horas los sábados por la noche en una Clínica Psiquiátrica, lugar donde nuestro autor lo conoció. Iba tan poca gente que colocaban sillas sueltas delante de los bancos vacíos para acercarla al orador. Sostenido por un deseo, como el deseo que llevó al traductor a traer el texto hacia nosotros. El mismo deseo que se reaviva y renace en cada cual que es picado por la serpiente psicoanalítica. Un llamado a filas que nos muestra que la apertura al sinsentido, a la incertidumbre, es la posibilidad de la conquista de la poca de libertad con que contamos.

 

En el año 1938, cuando los nazis llegaron a casa de Freud, Martha (Frau Professor) los trató con tanta cortesía que no pudieron robar ni romper nada. Se conformaron con exigir cinco mil shillings en efectivo. “Frau Professor se dirigió hacia el estudio de su esposo y comentó que afuera estaban algunos SA demandando esa suma, él levantó la cabeza de su trabajo por un momento y le dijo: ‘Esto es más de lo que alguna vez he obtenido por una consulta’.”

Ese es el espíritu freudiano, el witz que no cesa aún ante la amenaza de la muerte más injusta.

Freud, Maestro & amigo es un libro enorme, particular, entrañable, que puede leerse de muchas maneras. Pero con esa sola anécdota Sachs se gana nuestros corazones yreafirma lo indispensable de, siempre, volver a Freud.

 

Entrevista al traductor, Carlos Prina.

¿Conocías la historia de Hanns Sachs junto a Freud o fue cobrando importancia a partir de este libro?

Me gustó mucho lo que dijeron Luis y Juan en la presentación. De este último, su lectura del amor de Sachs hacia Freud como no correspondido (asimetría que, como también se dijo, tal vez haya sido la que le permitiera escribir el libro -publicado en 1944, tres años antes de su muerte). También se mencionó al pasar que es ¨un libro al revés¨. Lo pienso mediante una metáfora astronómica: el autor está en la posición de un satélite respecto a su centro. Cuando pretende transmitir algo del aura de su maestro, se deja ver. Como autobiografía, muestra poco: explícitamente se encarga de borrarse para ser un testigo (aunque no menos juez que parte). Decidió, al hablar de Freud, dejar por fuera su propia deriva (aunque no se haya privado de transmitirnos sus propias posiciones en diferentes circunstancias). Claro, si hablase más de sí mismo, sería otro libro.

Fue difícil escribir el prólogo porque el material sobre H.S. no abunda: me vi obligado a trabajar con las correspondencias y otras fuentes disponibles en diversos archivos. Es un personaje llamativo que, en alguna de sus obras, se ocupó de la estética. Comparto una cita que puede darnos una idea de su pensamiento: ¨La belleza no es sociable. Su culto exige silencio. Cuanto menos se diga al respecto, mejor¨. Me interesó rastrear sus peripecias en el prólogo para intentar ubicar quién habla. Pienso que es sumamente delicado hablar de otro, uno siempre termina por exponerse. Que haya pasado desapercibido, no se me ocurre más que lo conjeturado en el prólogo. 

¿Cómo surge tu interés por la historia del psicoanálisis, y en particular por este autor?

En cuanto al interés por la historia -del psicoanálisis en este caso-, se escribe y se lee de tantas maneras, que me parece inevitable. Por mi parte, entre memoria y deseo, encuentro su doble filo: el método que seguí (lo pienso ahora) puede equipararse al Kintsugi: se trata de no ocultar lo que ha sido fracturado, incluso lo valioso es la aleación que permite reunirlo (conocía del libro el título y del autor algún artículo traducido en la revista Diva). El resto fue encontrarlo. Particularmente, me interesó rastrear los efectos de las transferencias (entre analistas en este caso). Pienso que, con respecto a Freud, se ha ido demasiado lejos en el deseo de saber, ahí es donde corremos el riesgo de perder de vista la obra: en este sentido considero que el libro es justo, deja en claro que lo decisivo se encuentra en otra parte.

¿Cómo llegaste al manuscrito y cómo fue la traducción?

 Hallar el manuscrito fue contingente (di con un ejemplar digitalizado por una biblioteca pública de Nainital, India). Traducirlo surgió del deseo de la lectura. Lo que descubrí es que la traducción es un trabajo de hormiga. De alguna manera, nunca suficiente: siempre puede reescribirse (algunas erratas, a pesar de las reiteradas revisiones, son la prueba fehaciente). Poder leerlo con Clara en sus primeras -y crudas- versiones fue clave. Luego, la corrección codo a codo con Marcelo Bonini, permitió formalizar ciertas cuestiones estilísticas al tiempo que consolidó nuestra amistad.

¿Qué encontraste de intraducible en la traducción (si es que algo de eso puede decirse) ¿Seguirías por ese camino?

Lo intraducible pudo haber sido algún verso de Heine, del que no encontramos otras versiones. En cuanto a futuros proyectos, work-in-progress (existe mucho material inédito disponible), nada claro todavía. El trabajo demanda demasiado esfuerzo como para poder sustentarlo de manera prácticamente independiente (como fue en este caso) y, por lo tanto, la tarea se vuelve un tanto inviable con las exigencias de todos los días.

¿Qué porvenir esperás para el libro?

Respecto al porvenir para el libro, nada original: que sea leído en este, nuestro siglo XXI, y que, en el mejor de los casos, ayude a tensionar algunos prejuicios y tergiversaciones sobre la obra de Freud que causan estragos en las mentalidades de nuestros contemporáneos. Reconozco que es esperar demasiado.  

Texto: Luisina Bourband.
Imagen: Luis Bourband.

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