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Del fingir demencia al bancate ese defecto.

por | Feb 5, 2024 | Novedades | 0 Comentarios

“Del fingir demencia al bancate ese defecto” se podría pensar que constituye el recorrido que va trazandocualquier analizante, que llega con sus pretensiones de unidad e ideales narcisistas y se topa con la división, con la barra. Generalmente lo primero que hace alguien cuando llega a análisis, se corrobora en la experiencia, es quejarse del orden que tienen las cosas en el mundo, él o ella está bien y el mundo está mal. Se queja de los amigos, de la familia, de la pareja, y él o ella, casualmente, no tiene nada que ver.

Un análisis se constituye entonces en un camino que va del narcisismo a la erótica; del yo y sus ilusiones de unidad, al sujeto dividido; de los ideales al defecto, a lo fallido y a lo contradictorio.

Lacan sitúa que el primer movimiento para hacer allí es devolverle su propia palabra de forma invertida, es decir, le propone bancar su defecto que, en tanto tal, lo nombra. Por ese acto analítico empieza a escuchar las palabras que él mismo produce, se implica en su decir, eso tiene que ver con él o ella. Por eso, para nombrar ese pasaje de una posición a la otra, y permitiendo la licencia de dar vuelta un título del maestro Sigmund Freud se puede pensar en los que triunfan al fracasar.

Para continuar, les traje un cuento y algunas experiencias analizantes propias, para pensar en la dificultad inherente a bancarse ese defecto. Hay una dificultad porque no es sin el yo.

El cuento se llama “Conservas” y pertenece a la escritora y literata Samanta Schweblin. Voy a leer unos pasajes del texto. Espero que no sean de aquellos a quienes les molesta los spoilers. Y en todo caso sepan que cuando vayan a leerlo, lo más probable es que lean algo distinto, así que no me preocupa demasiado. Yo hoy les traje mi recorte. Comienza así:

“Pasa una semana, un mes, y vamos haciéndonos a la idea de que Teresita se adelantará a nuestros planes. Voy a tener que renunciar a la beca de estudios porque dentro de unos meses ya no va a ser fácil seguir. Quizá no por Teresita, sino por pura angustia, no puedo parar de comer y empiezo a engordar. Manuel me alcanza la comida al sillón, a la cama, al jardín. Sé que Manuel me adora y sé qué, como yo, no tiene nada en contra de nuestra Teresita, qué va a tener. Pero es que había tanto que hacer antes de su llegada.

Dejo la guía de la obra social y busco otras alternativas. Hablo con obstetras, con curanderos y hasta con un chamán. Alguien me da el número de una comadrona y hablo con ella por teléfono. A su manera, cada uno presenta soluciones conformistas o perversas que nada tienen que ver con lo que busco. Me cuesta hacerme a la idea de recibir a Teresita tan temprano, pero tampoco quiero lastimarla. Y entonces doy con el doctor Weisman.”

El cuento prosigue de esta manera. Ella comienza un tratamiento con dicho doctor en el que ponen en pausa el crecimiento de Teresita, la detienen y la revierten hasta el punto de convertirla en una semilla y guardarla para másadelante. No hay chances de que el bebé sea otro, es ella, pero en el futuro.

Traje este cuento porque pienso que pone de manifiesto algunos rasgos muy actuales –no digo con esto que no haya sido actual en otro momento-, en la cual la pérdida se torna intolerable. Es decir, no se quiere saber nada de la castración, no se quiere saber nada del deseo. Esta todo cronometrado y cualquier cambio en el orden de los acontecimientos no será tolerado. En el cuento no se resigna nada: ni la beca, ni Teresita, que está planeada para más adelante y ese es el orden en el que las cosas deben ocurrir. El embarazo es querido, pero está adelantado. Es decir, es querido por el yo dentro de 5 años. ¿pero, el deseo, donde se cuela allí?

Charly García, poeta argentino, dice en la canción que le da nombre a este panel “Desconfío de tu cara de informado. Y de tu instinto de supervivencia. Y no presumas más de ser un humano normal. Y no te hagas más el gil, que el defecto te nombra.”

Lo que podríamos pensar es que dicho embarazo, dicha barra que cae sobre el sujeto en el momento de la cima profesional, implicaría mínima y necesariamente hacerse una pregunta. Porque en el cuento parece obra del azar, y eso quiere creer siempre el yo, que no está implicado, pero no es obra del azar. Lo inesperado no lo vuelve azaroso. En esa falla de los cálculos meticulosamente tomados, es donde se cuela el inconsciente, que divide al sujeto de la certeza.

Citando a Freud: el yo no es amo en su propia casa. Hay algo allí que escapa al cúmulo de certidumbres del yo y lo asecha, puja, molesta, incomoda. Por mucho que se quiera alcanzar la armonía ideal con cálculos y planificaciones, ello habla. Ello habla en los fallidos, en los lapsus, en los sueños, en los olvidos. Es decir, las palabras que pesan no son las de la voluntad del decir, sino las que se cuelan y se adelantan. No cuenta tanto la voluntad del embarazo, sino el deseo que se hace lugar anticipadamente, anticipadamente para el yo.

Voy a tomar algo que escuché y recorté ayer en la conferencia de Jorge Chamorro, cuando algo se elige en el campo del sujeto, no hay alternativa. Uno ahí es elegido. La elección que cuenta es la que se produce en ese otro campo, y no la toma el yo. Sino que uno es tomado por esa elección.

Incontables veces Freud ha señalado que, la génesis de la neurosis es producto de un conflicto entre los deseos libidinosos de un hombre y aquella parte de su ser que denominamos su Yo, el cual es la expresión de sus pulsiones de conservación, de autonomía, de unidad e integra su ideal de su propia personalidad. Semejante conflicto patógeno nace únicamente cuando la líbido intenta emprender caminos o tender a fines que el Yo ha condenado mucho tiempo atrás. Tenemos al yo, y sus ideales de unificación de un lado y a los deseos libidinosos del otro. Basta reflexionar un poco para recordar cómo no es nada raro que el Yo tolere un deseo mientras sólo existe en calidad de fantasía, oponiéndose, en cambio, decididamente a él en cuanto se acerca a su cumplimiento y amenaza convertirse en realidad. Cuando se acerca su cumplimiento, hay problemas.

¿Cuáles son las consecuencias de no leerlo? ¿Cuáles son las consecuencias de reconocer el defecto, y, aun así, no bancarlo? En el cuento, si bien la protagonista se angustia,luego, por cómo se resuelve, pareciera que eso no tiene costo alguno para el sujeto: pasar por toda una serie de procedimientos en el cuerpo, vivir tres meses enteros de manera inversa. Se resuelve por la vía del narcisismo, parece realmente fingir demencia respecto del deseo, para mantener la pretendida unidad del yo. Como si fuese posible. Recordaba haber leído en Lacan que de lo único ante lo cual deberíamos sentir culpa es por ceder ante nuestro deseo, por no bancar el defecto.

Volviendo a Freud, podemos situar algunas consecuenciasy la primera que él sitúa es la anulación del disfrute. Se priva de la satisfacción. Es la razón que le encontraba para explicar por qué muchos de sus pacientes enfermaban:para encontrar un modo sustitutivo de satisfacción, por medio del displacer, y allí es cuando aparece el síntomacomo voluptuosidad sufriente, es decir, con su cuota de placer en el displacer, goce en términos lacanianos. Son los que fracasan al triunfar. No se banca el deseo.

En el cuento, ante el conflicto, la protagonista se angustia. Ritvo en “repetición, azar y nominación” sitúa que la angustia vacila entre la castración y la no castración, es decir, entre bancar el deseo o no bancarlo y fingir demencia. Esta angustia revela que el sujeto no está determinado a ir para un lado más que para otro. Si el camino estuviera predeterminado de entrada, no habría razón para la angustia.

De eso nos enteramos con el psicoanálisis, que no hay destino predeterminado de entrada. Y, es más, cuando uno llega al lugar donde algo decisivo que le concierne se produjo, llega tarde, siempre después, a destiempo. “Uno llega tarde y mal al lugar del asunto, como el cornudo, desde ese punto de vista como sujetos del inconciente somos cornudos, los últimos en enterarnos, de la peor manera y con total ingenuidad. Ahí hay una verdad que nos concierne, es el juego del inconciente en el que nadie llega a tiempo, como en análisis, cuando estamos diciendo algo que el único que no escucha es uno mismo.”

Como resto de todo lo dicho hasta acá queda la siguiente certidumbre: es necesario el defecto, cometer el fallido para tener el acceso divino a un saber. Puede haber un triunfo en el defecto.

Texto e imagen: Milagros Zenón.

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